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Cualquier vaina

¿Cuándo perdimos la cola?

¿Cuándo perdimos la cola?

Parece difícil determinarlo. Aparentemente evolucionamos de una especie de primates llamados procónsul. Estos simios hominoides ya habían prescindido de la cola y tenían algunas características similares a los orangutanes.
No obstante, la evolución se deshizo caprichosamente de una extremidad que actualmente tendría un sinnúmero de usos para el hombre. Evidentemente los cambios fenotípicos humanos respondieron a las necesidades básicas de supervivencia, pero no a las necesidades del placer, la practicidad y la funcionalidad. Estas leyes no se parecen a las de la naturaleza.
Si tuviésemos cola nuestro día a día podría cambiar radicalmente. A la hora de operar una computadora, por ejemplo, la cola podría funcionar como esa extremidad necesaria para tener las dos manos en el teclado y “otra” que manejara el ratón. Al conducir podría tener las dos manos perfectamente ocupadas en el volante y la cola sería perfecta para hacer los cambios, sintonizar el radio, manipular el celular o buscar objetos en el asiento trasero.
¿Se imagina el cambio drástico de las relaciones sexuales si ambos cónyuges dispusieran de sendas colas para utilizarlas en el acto? La cantidad de placer que podrían experimentar no tendría parangón con lo que actualmente podemos imaginar.
Basta con observar a los monos del zoológico para percibir una manera primitiva del uso que estos animalitos hacen de esa ventaja corpórea.
El hombre moderno tiene una gran inteligencia, una capacidad intelectual única y elabora formas de cultura y comunicación. Además, sólo él anda habitualmente erguido, puede manipular con precisión objetos muy pequeños y tiene una estructura de garganta que le permite hablar. ¿Imagina lo que pudiera hacer con cola?

Barça magno

Barça magno

No lo hubiese creído. No lo hubiese pensado, no en diciembre o enero. Siete seguidos, siete victorias seguidas para un equipo del cual no esperaba que quedase si quiera entre los clasificados para la UEFA.
Pero lo han hecho, milagrosamente las piezas se han amalgamado. Ya Rijkaard dejó de ser el blanco de las críticas, también Laporta. El problema del delantero ha sido subsanado, por ahora, y pareciera que el ánimo ha invadido a los jugadores. 49 puntos para el momento y acosar al tercero de la tabla no se parecen a las metas de principio de año. Esperemos que esta racha continúe.
¿Tendrá esto que ver con la lesión del otrora estrella Patrick Kluivert? ¿Se alejó la “mala vibra”? No lo sabremos por ahora, y a los hinchas realmente esto no parece interesarnos. Nos importan las victorias, los goles, las buenas jugadas de Xavi y Saviola, la magia de Ronaldinho, la garra de Davis y Puyol, la inspiración de Luis García. Nos da igual Laporta y los contratos de Gaspart, tampoco nos interesan las sanciones al Camp Nou ni los fanáticos asesinos.
Queremos espectáculo y victorias. Este Barcelona lo está haciendo.

Barcelona

Entre dinamismo y decadencia

¿Existe en estos momentos una decadencia o un realce de las artes en este momento histórico? ¿Es justo comparar nuestro entorno cultural y las manifestaciones artísticas con el pasado y juzgarlo de manera desfavorable?
Estos interrogantes, para algunos bizantinos, fueron la esencia de una conversación entre panas en una noche de sábado entre rones y güisquis. Lo que luego de varias horas se tornó en un intenso debate, terminó, al mejor estilo de los sofistas, sin muchas conclusiones interesantes, pero con abrazos fraternos solamente causados por el torrente etílico de las venas.
Dos visiones, apocalíptica e integrada, chocaron al tratar de explicar la existencia de una decadencia o un dinamismo en las artes en el recién nacido siglo. Cuando las posiciones negras expusieron que las manifestaciones artísticas actuales no se comparaban en lo más mínimo con las de hace algunas décadas, los optimistas argumentaron que era imposible, y a todas injusto, un contraste entre consagrados y neonatos.
Pintura, música, arquitectura, cine, teatro, literatura, y cada una de las expresiones que existen probablemente no satisfagan nuestras expectativas culturales en la actualidad, o por lo menos no las de aquellos cuyos espíritus tienen hambre. Pero, el día que esto suceda, ¿no estaremos muertos?